miércoles, 13 de marzo de 2013


Domingo V de Cuaresma
17 marzo 2013

  Evangelio de Juan 8, 1-11        


       En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él y, sentándose, les enseñaba.
         Los letrados y fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:
         ― Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?
         Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
         Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
         Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
         ― El que de vosotros esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
         E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
         Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último.
         Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie.
         Jesús se incorporó y le preguntó:
         ― Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?
         Ella contestó:
         ― Ninguno, Señor.
         Jesús le dijo:
         ― Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

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