1. PROCLAMA MI ALMA
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador.
Nadie ha hecho tanto por nosotros
como nuestro Dios:
nos salvó ya desde siempre
sin ser nosotros conscientes de
ello,
hasta pasado algún tiempo;
nos ha colmado de tantos favores,
que muchos envidian nuestra suerte.
Por eso, con María y como ella,
decimos:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador.
Nosotros se lo debemos todo a
nuestro Dios,
que es santo y poderoso,
que es fiel y nunca falta a su
palabra,
que está en el corazón de cada
hombre
y desea nuestro bien.
Por eso, exultamos de gozo y con
María le cantamos:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mí
salvador.
A Dios no le agradan los que están
seguros de sí mismos,
pues se dejan engañar por su
corazón.
Le complacen los sencillos y limpios
de corazón.
A los pobres y humildes que viven
sin pretensiones
les pone por encima de los señores
de engreído corazón
y por encima de los que buscan a
Dios en el dinero y el poder.
Llenos de gozo, digamos, pues, con
María:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador.
A nosotros nos ha llamado Dios a
vivir
en pobreza, castidad y obediencia,
a fin de estar así más disponibles
para la misión.
El está siempre con nosotros,
animando con su Espíritu
nuestra existencia y nuestra
palabra.
Por eso, gozosos y agradecidos
le cantamos, con María:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador.
EI nos ha hecho comprender que su
amor reposa
en las comunidades de creyentes;
y nos ha concedido el poder
compartir con otros,
en la vida comunitaria,
toda la riqueza de su plan de
salvación.
Con agradecido corazón, como el de
María, cantamos:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador.
El nos ha hecho depositarias de su
gracia,
de su paz y de su amor, de su
palabra y su perdón,
y nos ha enviado para que lo
transmitamos
a todos los hombres de buena
voluntad,
de generación en generación.
Por eso, gozosos le cantamos con
María:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador.
ÉI nos ha dado como madre a María.
Por eso, con ella, exultantes de
gozo le cantamos:
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador,